viernes, 7 de diciembre de 2012

Trasfondo de Alisa





Alisa nació en Eron, sus padres pertenecían al ejército, pero murieron cuando ella era pequeña. Junto a su hermano Alexei se trasladaron entonces a Nikoleva, a vivir con su abuelo Sacha Volkov. Sacha había tenido cuatro hijos, pero tres de ellos habían muerto y el cuarto llevaba años desaparecido, de sus nietos solo sobrevivían ellos dos. Era un hombre de familia modesta, que tenía el puesto de sargento en la guardia de la ciudad, algo de lo que estaba muy orgulloso. Desde el primer momento intentó inculcar a sus nietos la importancia de lo que hacía y que debían proteger a la gente. Alexei nunca hizo mucho caso a los discursos de su abuelo, pero la idea de que era su deber proteger a los débiles y a la gente en peligro caló hondo en la pequeña Alisa, que había tomado a su abuelo como modelo.

Solían jugar con Hikaru, un muchacho de Shivat que llevaba tiempo establecido en Nikoleva, su madre regentaba la posada donde el abuelo de Alisa solía emborra… pasar sus horas libres. La madre de Hikaru, Natsumi, solía hacerse cargo de los amigos de su hijo cuando Sacha quedaba inconsciente. A Alisa le encantaba oir contar historias de los pueblos por los que había pasado en sus viajes y las tradiciones de su país. Cuando cumplió 12 años, Natsumi le regaló un abanico de cuchillas que para ella se convirtió en su más preciado tesoro. La belleza podía ser mortal, le recordaba el abanico. No tenía que convertirse en un guerrero sucio y bruto para ser mortífera.

Alexei no quería entrar en el ejército personal del duque Dimah, aunque su abuelo le  insistía mucho. Allí estaba su futuro, decía, pero el joven prefería la poesía y el teatro, para vergüenza de la familia, que no sabían de dónde había sacado el joven esas aficiones. Un día llegó una compañía de artistas ambulantes y Alexei se quedó prendado de la primera actriz. Apenas estuvieron allí una semana, pero cuando se marcharon, Alexei se fue con ellos sin decirle nada a su familia.

Después de su partida, Sasha fue más duro con Alisa, a la que entrenó con dureza para que fuera una gran luchadora y le regaló su primer estoque. Ella sentía sobre sus hombros el peso de toda la herencia familiar y no quería decepcionar a su abuelo. Terminaba cansada de los entrenamientos, pero contenta al ver cómo, poco a poco, iba controlando su cuerpo.

Hikaru le decía que eso no era suficiente y le habló del Ki. Algunos lo consideraban magia, la mayoría decían que eran capacidades de la mente que había que desarrollar con el mismo entrenamiento que se usaba para el cuerpo. La madre de Hikaru tenía algunos conocimientos y se los enseñó, después Hikaru quiso buscar un maestro mejor. A Alisa le preocupaba, porque todo eso estaba muy cerca de la magia y un agente de Tol Rauko se alojaba en la posada de Natsumi y miraba con malos ojos a todos con los que se cruzaba.

Hikaru no tenía miedo, bueno, ella tampoco, y si lo tenía no iba admitirlo, por supuesto. Hikaru le contó que el agente iba detrás de una joven lavandera llamada Ekaterina. Alisa la conocía, tenía un aspecto vulgar, pero sus ojos eran tan claros que parecían de plata. Tenían la misma edad y habían hablado algunas veces. Se contaban sus sueños, que muchas veces eran extraños o absurdos. Cuando Alisa vio que el agente de Tol Rauko iba a por ella no dudó en proteger a su amiga, aunque para ello tuviera que matar al hombre. No sirvió de nada, al hombre lo siguió un grupo que se llevaron a Ekaterina. Alisa ideó un plan para rescatarla, pero llegó tarde, ya habían acabado con ella sin que pudiera hacer nada por salvarla.

Se sintió mal por haber fallado y un poco preocupada por haber llamado la atención de la gente de Tol Rauko, aunque no demasiado. Quiso contárselo a su abuelo, pero vio que estaba preocupado, las cartas de Alexei llegaban cada vez con más frecuencia y su abuelo pensaba que el joven estaba metido en líos. Alisa se ofreció en ir a buscarlo, pero su hermano se movía mucho, cada carta les llegaba desde un sitio distinto.

Hikaru se ofreció a acompañarla, quería viajar a su país natal, que no había visto nunca, y podrían hacer parte del camino juntos. Viajaron durante un tiempo, hasta que encontraron una pequeña aldea que estaba siendo quemada por los hombres de Tol Rauko. Hikaru no quería detenerse, decía que era mejor que no los vieran y probablemente tenía razón, pero ella no podía abandonar a toda esa gente que estaba en peligro, tenía que ayudarlos a salir de sus casas y esconderse en los bosques. Eso hizo, intentando que los hombres de la organización no la descubrieran. Hikaru siguió entonces su camino y ella se quedó en el pueblo, ayudando a reconstruirlo con los supervivientes después de que los agente de Tol Rauko se fueran. Pasó allí varios meses, hasta que decidió volver a ponerse en marcha. Debía encontrar a su hermano y ayudarle, aunque, con el tiempo que había transcurrido, ya no estaría donde esperaba.

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