lunes, 11 de febrero de 2013

Capítulo dos: La dama inmortal (parte 1)

Anima: Lady of Death by `Wen-M

Poco tiempo había pasado desde que aquella chica pelirroja salía de Markushias dirección dios sabe donde cuando en el camino se cruzó con una extraña muchacha con ropajes blanco y rojos, larga melena rubia y, a más destacar, una extraña banda metálica cubriéndole la parte de los ojos. Incluso cuando parece que no podía ver con dicho metal se dirigió con paso decidido hacia aquella chica lucrense.

-Te estaba esperando, Nordin. -fué como empezó la conversación. -Tu nombre puede ser peligroso al encontrarte con algunos, beneficioso para otros. Es tu elección juzgar a quien debes presentarte, pero por ahora... -continuó extendiendo la mano. -dame el anillo que te dio tu padre, el anillo de la familia Nordin. Tenerlo sí es peligroso, te lo devolveré cuando sea oportuno.

-¿Quién eres?- Fue lo único que dijo la extrañada lucrense, pero solo recibió el silencio por respuesta.- ¿Como sabes mi nombre? ¡Contesta! - Insistió
-Sé muchas más cosas, pero no te enfades por ello, solo intento protegerte de aquello que huyes. - Contestó  tranquilamente la chica.
-¡Yo no estoy huyendo de nadie! Quiero que me encuentren.- Contestó decidida.
-¿Y para qué quieres ser encontrada? - Preguntó con cierta sorna la misteriosa chica.
-¡Para vengar a mi padre!
-Tu padre sigue vivo, Nordin, ¿no te referirás al señor Hector Veins?- Se produjo un tenso silencio tras estas últimas palabras. Lylianna miraba a la misteriosa encapuchada con el ceño fruncido más enfurecida de lo que se había sentido en su vida. - La muerte del señor Veins está completamente justificada y lo sabes.
-¿¡Qué quieres decir!? ¿Por qué le mataron? ¡Él no hacía daño a nadie!-Exclamó mientras contenía su impulso de sonsacarle las repuestas a la fuerza.
-Lo sabes perfectamente, el señor Veins era un asesino mercenario, dime, ¿qué ocurre con alguien que no hace bien su trabajo?- Preguntó impasible.

El silencio volvió a inundar aquel inesperado encuentro, la joven Nordin relajó sus brazos mientras miraba al suelo.

-Su...Supongo que es objetivamente lo más...razonable.-Murmuró cabizbaja mientras observaba a aquella chica. - ¿Como sé que puedo confiar en ti?
-¿Tienes alguna otra alternativa?-Al ver a Lylianna bajar la mirada la chica continuó.-Ahora entrégame el sello, y recuerda, ten cuidado con a quién das tu nombre y es posible que incluso llegues a conocer a tu padre.
-Él no es mi padre...-Dijo mientras le entregaba el anillo, tras eso se marchó sin mirarla.
-Volveremos a vernos, Nordin.-Se despidió cordialmente la chica y cada una tomó un camino distinto.

Era un soleado día. Un buen día para salir a caminar. La suave brisa mecía la hierba mientras la despreocupada Nordin caminaba tranquilamente. Nadie la esperaba, ni tenia prisa por llegar a ese desconocido destino. El viento sopló y un mechón de pelo se puso en su cara y suavemente se lo retiró colocándolo detrás de la oreja. Este gesto hizo que las dagas que ocultaba tras la gabardina destellaran bajo la luz de sol... ella solo era una dama lucrense. Se colocó bien su ropaje y ocultó las armas de ojos indiscretos.

Paseando tranquilamente el camino que rodeaba el linde del bosque de Matsu, un silbido parecido al de una hoja rasgar el aire se acercó hacia Lylianna, pasó rozando la figura de esta y se clavó el arma en el suelo... una enorme guadaña decorada con diversas calaveras se encontraba allí incrustada. Aquella desconcertada chica observó el arma y lentamente pasó a mirar la trayectoria. En su mente recordó anécdotas de su vida cuando paseaba por los pasillos de la universidad, vagueando a sus catorce años, oyendo diversas clases y entrando en ellas por mero aburrimiento. Fue entonces cuando cayó en la cuenta de que... había aprendido algo. Con un poco de tiempo y varias pintadas en la tierra pudo conocer la procedencia aproximada desde donde salió volando tal arma. La chica sonrió, al parecer eran útiles tales clases.Tomó el arma y fue al interior del bosque esperando encontrar algo que le distraiga.

Poco tardó, pues una extraña figura emergió del bosque dirigiéndose hacia la chica. La mitad izquierda muestra una mujer hermosa con largos cabellos rosados; si embargo, bajo la mirada extrañada de aquella chica lucrense se encuentra la mitad derecha de aquella mujer, una mitad donde el esqueleto es lo único que se puede ver. Lylianna la observó en silencio replantándose seriamente si estaba alucinando, podía admitir la existencia de vampiros, pero aquello se saltaba toda lógica.

-¡Oh, mi guadaña, muchas gracias por encontrarla!- Exclamó sonrientemente la mujer.
-No hay de que...-Contestó Lylianna completamente incrédula mientras le extendía el mango del arma.
-¿Dónde la encontraste?- Preguntó mientras examinaba minuciosamente si había algún desperfecto en el arma.
-Cayó cerca de la linde del bosque. -Contestó la chica con desenvoltura - Pero, si no es mucho preguntar ¿Cómo la lanzó? Quiero decir, no parece que usted halla podido lanzarla desde tan lejos con tanta fuerza.
-No la lancé, rebotó, contra un escudo mágico.- Explicó mientras seguía comprobando el estado de su guadaña. Su voz era extrañamente cálida y suave, completamente contraria a su aspecto.
-Ah, lo normal.- Contestó Lylianna con ironía, pero al parecer no fue captada.
-Oye, perdona que te moleste con otro favor, cielo, pero ¿Has visto a un hombre bajito, entre los 40 y 60 años, con túnica amarillenta, que se frota mucho las manos, así encorvado y con lentes por el bosque?- Enfatizaba con gestos toda la descripción.
-No, solo la he visto a usted, lo siento ¿Le busca por alguna razón en especial?
-Razones laborales- sujetó la guadaña de forma que reflejara levemente un rayo de sol. ese gesto produjo un escalofrío en lylianna que le indicó que mejor no preguntar demasiado.
-Si le veo, avisaré...Buenos días.- La muchacha se despidió y siguió su camino.


Después de una hora en camino, Lylianna se dio por vencida y admitió para si misma haberse perdido. Aunque el paisaje era bonito y no tenía un rumbo fijo, le era incomodo no saber que camino seguir... pues no había camino. Estaba ya anocheciendo cuando una figura apareció del bosque.

-¡Eh, tú, mujer! Ven aquí- Al alzar la vista vio a un anciano tal y como la extraña figura describió. - ¿Qué demonios haces a estas horas sola en el bosque? Bah, no importa, ven, no puedes andar sola a estas horas, realmente a ninguna, eres una mujer.

Realmente Lylianna tenía varias contestaciones a todo lo que decía el anciano, pero hablaba tan atropelladamente que no daba tiempo a la joven dama a abrir la boca cuando ya volvía a ofenderla.

-¿¡Qué haces ahí parada, mujer!? ¡Vamos, antes de que ese shinigami me vea!-Siguió su camino encorvado con una soltura que quedaba extraña para la edad que aparentaba.

Normalmente no le hubiera seguido pero aquello de "shinigami" llamó su curiosidad y decidió seguir al hombre, aunque le costaba alcanzar su ritmo.

-Disculpe señor, es que normalmente una dama no debe confiar en desconocidos...¿Quién es usted exactamente?-Dijo mientras apartaba el sin fin de ramas que encontraban durante su camino.
-¿Cómo, no sabes quién soy yo? No se ni por qué te culpo, las mujeres no entendéis de estudios.-Tomó aire con aires de grandeza- Soy Eric Reikfor, el mejor herbolario sobre Gaia, y  ahora mismo me encuentro en una investigación importántisima para el mundo.
-¿Y cual es, Señor Reikfor?-Preguntó lo más cándida y dulce que pudo.
-Profesor Reikfor para tí.-Se aclaró la garganta-Ni más ni menos que en la obtención de mi inmortalidad.
-¿Puede volver a la gente realmente inmortal?
-¿Es que no escuchas? He dicho mi inmortalidad.-Lylianna esperaba que ese sujeto hablara en broma, pero no era así.-Cómo si hubiera alguien lo bastante importante como para merecer la inmortalidad a parte de mi...-Volvió a tomar aire.-Me encuentro en este bosque para recolectar diversas plantas medicinales para mis investigaciones...-Miró al frente-Ya hemos llegado.

La casa de Eric consistían en un agujero en un árbol hueco por dentro, todo estaba desordenado, sucio y olía a comida putrefacta. El único mobiliario era una pequeña lumbre con un caldero oxidado y miles de estanterías con diversas botellas de colores raros y etiquetas desgastadas, en una esquina se encontraba un camastro con un montón de mantas.

-Bueno ya que estás aquí ponte a limpiar, mujer.- Eric se tumbó en el camastro y se pasó los brazos por detrás de la cabeza.
-No pienso tocar nada de esta casa.-Contestó ella indignada.
-Hmpf, da igual, mañana ya no la necesitaré.-Eric miró al techo por un momento divagando en sus pensamientos.-Puedes dormir ahí-señaló un montón de mantas en una esquina.-Sí, sé que soy generoso, no me des las gracias.
-Ya tengo yo mi propia manta.-La chica se fue a un rincón y sacó su manta, demasiado nueva para ser la de una viajera.-Oiga, profesor, tengo una pregunta ¿A qué se refería usted con shinigami?
-A un dios de la muerte, un enviado para sesgar toda vida que toque...por brillante que sea.
-¿Y por qué le busca? Si no es mucho preguntar...
-Porque soy un genio, pero no te preocupes por esas cosas, mañana te llevaré a mi lugar de trabajo. Prepárame el desayuno para cuando despierte, mujer.
-Tengo nombre ¿Sabe?-Refunfuñó Lylianna.
-¿Me ves cara de que me importe?

Lylianna se tumbó y contempló la estantería vio pociones de toda clase, para el dolor de barriga, para la halitosis, para resfriados... Pero entre ellas vio otras más extrañas, "viaje astral", "resurrección". Los ojos de la muchacha saltaban entre las botellas como los de un niño en una pastelería, pero el cansancio venció y Lyli acabó quedándose dormida.

Continuará...

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