miércoles, 5 de diciembre de 2012

Capítulo uno: La copa roja

girl in rain by Masway

Aquella noche del dos de Diciembre de 989 caía una lluvia torrencial sobre Markushias, capital de Phaion Eien Seimon. Entre la niebla y el ajetreo de los descargadores portuarios nadie se fijaba en la pequeña figura que acababa de desembarcar. Vestida completamente de negro y con una capucha ocultando su cabeza avanzaba temerosamente entre la leve niebla que se levantaba. Su mente divagaba en los últimos acontecimiento cuando una voz resonó en su cabeza. "Te estaré esperando". Sin respuestas continuó el camino que continuaba hacia la ciudad.

-Eh, chica. -sonaba entre las sombras. - ¿Nueva en la ciudad?

Aquella chica miraba recelosa buscando indicios de quién puede ser aquel extraño individuo.

-Mi nombre es Louis Amstrong y siempre propongo el mismo trato a distintos aventureros. Un hospedaje en mi casa a cambio de las historias vividas. -la chica seguía inerte frente a Louis, sin dar respuestas, sin saber que hacer. -Vamos, no tengas miedo. Voy desarmado y usted porta dos afiladas armas. -sin mostrar su sorpresa, la chica cerró más aún sus ropajes para esconder del todo las dagas que ocultaba.

Cierto es que ella iba armada y no temía a nada ni a nadie, pues en su mente se encontraba un mar embravecido que nublaba sus pensamientos y le hacía incapaz de pensar con claridad; pero en un momento de lucidez se dio cuenta que estaba sola en la ciudad y sin ningún rumbo que seguir y con un leve movimiento de cabeza pudo dar a entender a aquel misterioso hombre que aceptaba ese trato.

La casa de Louis era un tanto peculiar, parecía el hogar de un noble cuyas riquezas quedaron desvanecidas tiempo atrás y solo tenía entre sus manos un mero papel donde se le nombraba como noble. Una gran mansión desaliñada, paredes desgastadas, un césped descuidado y un tortuoso silencio que delataba la falta de personal de servicio. Pero con orgullo dio la bienvenida a la chica y mostrando con agrado su casa le dio paso al salón donde tras un breve silencio, la lluvia quiso acompañar y, consigo, cesar de tronar.

Tras un pequeño tentenpié acompañado de una copa de vino, la hora del relato se encontraba cerca y aquella chica decidió hablar por primera vez desde que llegó a la capital.

Mi nombre es... Emilie Diccoco. -Pronunció no muy convencida la muchacha y tras estas palabras, declaró que su vida de aventurera no era mucho de lo que esperar; sin embargo, Louis, le brindó la oportunidad de contar un relato que si pudiera contar. Como era su pasado y el motivo de porqué viajar.

La pobre chica recordaba con angustia los últimos acontecimientos vividos y empezó a relatar la historia de Emilie Diccoco, una desafortunada chica prometida con un hombre al que no amaba y huyó para escapar de su destino. Conforme con la historia, Louis brindó por la suerte de la muchacha e indicó a Emilie sus aposentos del día de hoy declarando, en su despedida, que a la mañana siguiente no estaría en casa, por lo que estará libre de tomar algo si lo deseara y partir cuando quisiera.

Y así fue...

A la mañana siguiente, la chica despertó y se fue de dicha casa, sin tomar aquel desayuno para no abusar de la hospitalidad, y cruzó la calle, giró la esquina y continuó hasta llegar al centro de la ciudad. Pasada la mañana en Markushias sin saber que hacer ni donde ir, pudo observar un grupo misterioso de hombres que discutían sobre una dirección. Antes de poder evitar conversaciones innecesarias y siendo ya tarde para dar media vuelta y andar cale abajo, uno de dichos hombres se dirigió con decisión hacia la única muchacha que se hallaba en la calle.

-Disculpe, buscamos a un hombre llamado Louis Amstrong. ¿Lo conoce, señorita?
-No -dijo instintivamente- Acabo de llegar a la ciudad.
-Perdone las molestias. -dijo mientras se daba la vuelta. -Creo que debemos buscar en todas las casas del barrio. -murmuró a sus compañeros y, acto seguido, se separaron y se perdieron por las calles.

La pobre muchacha se quedó petrificada ante tal panorama y sin razón aparente caminó calle arriba con decisión. La gente solo veía a una chica adinerada paseando por el barrio rico, quizás sea familiar de algún vecino. Lo que realmente hacía era volver al lugar donde pasó la noche... aquellos tipos no parecían de fiar. Y al llegar a la casa observó que la puerta estaba abierta...¿había llegado tarde?

Al cruzar el umbral de la puerta pudo oír a los individuos que antes encontró como afirmaban que estaban en la casa correcta y que buscarían al "monstruo". Sin saber de que hablaban, la chica se quedó allí de pie y observando como aquellos hombres se daban la vuelta y encontraban a la chica, a la misma chica que antes preguntaron, firme en la entrada.

Claro que había mentido, claro que ellos se dieron cuenta y claro que ella sabe que se dieron cuenta... pero algo se les escapa de su comprensión; pues tras desenvainar las espadas y atacar a la muchacha, ella, con un solo movimiento, paró sin dificultad las armas de sus atacantes y, con un movimiento elegante, las armas tintinearon en el suelo.

Aquellos hombres se quedaron atónitos al ver a aquella chica quieta en la entrada y portando dos majestuosas dagas. Pero esos hombres no son del tipo de hombre cobarde y, recogiendo sus armas, atacaron de nuevo a la muchacha. Varios minutos pasaron sin que los hombres desistieran cuando Louis apareció por la puerta que llevaba al sótano. Los hombres armados lo vieron y decidieron al unisono atacar al noble. Atacar a la chica les mantenía con vida, pues ella no iría a dañar a gente que solo le ataque a ella... el problema es cuando deciden dañar a otros, sobre todo a buenas personas como Louis.

Un parpadeo, un leve suspiro y tintineo de armas caer. Y allí se encontraba la pobre muchacha, varias gotas rojas salpicaban su rostro pero ella no estaba herida. ¿Victoria? No lo parecía, su mente aún divagaba. Pero la mano fría de Louis sobre su hombro con una gran sensación de agradecimiento pudo hacer que la pobre chica volviera en si.

Claro que había mentido, ni Louis sabía quien era; pero le regaló un anillo y una explicación. Él era un vampiro, y ellos querían ejecutarle; sin embargo, la pobre chica no se sorprendió, pues ella también mintió. Tomó el anillo, se despidió de Louis y continuó el camino hacia el este.

Claro que había mentido, ni se llamaba Emilie Diccoco ni era una pobre noble indefensa que huía del matrimonio.

Era Lylianna Nordin, una pobre burguesa... pero no estaba indefensa.



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